domingo, 31 de enero de 2010

LA CONDICIÓN (como responsable público, temporal) DE POLÍTICO II


Aunque para mucha gente (qué vamos a decir de la joven) pudiera resultar difícil de creer, en los ochenta (recordemos que a partir del 82 gobernaba el PSOE) la actividad sindical resultaba muy complicada en según qué sectores. Cuarenta años de dictadura y represión dejan secuelas muy profundas, no solo en lo que podríamos considerar aparato político, sino en el conjunto de estructuras de todo tipo (sociales, culturales, cómo no, económicas), cuya erradicación es difícil y, para quienes emprenden la tarea, sacrificada en la mayor parte de las ocasiones. En mi caso concreto, la enseñanza privada, en manos mayoritariamente de la Iglesia Católica, el nivel de conciencia sindical era casi inapreciable, no digamos el de militancia. Algún foco disperso, en aquellas escuelas que tenían raiz láica (La Escuela Francesa, por ejemplo), o regidas por congregaciones religiosas comprometidas con la democracia (El Madre de Dios -actual Funcadia- podría entrar en esa categoría), pero con un arraigo colectivo testimonial. Señalarse en aquel momento como militante de la FETE-UGT, participar "a cara descubierta" en un proceso de elecciones sindicales, no solo como candidato en tu propio Centro de trabajo, sino convertido en permanente sindical temporal (por tres meses que entonces duraba el periodo electoral), es desde nuestra perspectiva algo sin importancia (aún hoy en algún centro privado seguiría siendo pasaporte a la calle), pero tenía sus complicaciones. Había un extendido ambiente de miedo, en algún caso de verdadero pavor, que hacía difícil encontrar candidatos y candidatas, que dificultaba la realización de encuentros o asambleas con trabajadores y trabajadoras, a pesar de lo cual, hubo gente que se echó adelante y fue valiente. Gracias a ellas y ellos, muchas cosas han podido ir cambiandose hasta llegar donde estamos. Es lícito querer mejorar y hacerlo partiendo de la crítica de lo actual (es la base del progreso), pero perderíamos muchas enseñanzas si no quisiéramos ver de dónde venimos, lo que hemos recorrido.


Recuerdo con extraordinario afecto a un montón de compañeras y compañeros de los diferentes centros de Huelva capital, de Bollullos, de Santa Olalla, de Valverde..., que comprometían su tranquilidad como docentes para emprender una lucha por derechos elementales que poco a poco fueron consiguiéndose. Asambleas, movilizaciones, encuentros... jornadas de complicidad que nos hicieron fuertes para asumir, colectivamente, un trabajo necesario. Mención especial habría que hacer de las trabajadoras y trabajadores de servicios dentro de los centros que, por su número más escaso, por la falta en ocasiones de herramientas para enfrentarse a la patronal, asumían un mayor nivel de riesgo, por ser más vulnerables, cuando emprendían la tarea sindical. Para ellas y ellos, mi eterno homenaje. De la mucha buena gente que encontré entonces aprendí el valor del trabajo colectivo a partir del compromiso y el esfuerzo personal de cada componente.


Aunque pudiera resultar duro que te cerrarán la puerta de manera desconsiderada cuando acudías a un centro para reunirte con la gente (alegando que habían decidido -¡libremente!- no recibirte), o las horas de soledad en tanto te desplazabas hasta un rincón alejado de la provincia con el riesgo de un viaje infructuoso, lo cierto es que compensaba con creces -por eso nunca lo he considerado ningún mérito- la propia satisfacción que nacía de la consecución, junto a tus compañeras y compañeros, de logros que nos acercaban a un sistema más justo (por más que es una pelea que no acaba nunca).

miércoles, 27 de enero de 2010

LA CONDICIÓN (como responsable público, temporal) DE POLÍTICO I


Desde que tenía diecisiete años, en plena dictadura (qué le vamos a hacer), estoy en la acción política (que diferenciaré de la responsabilidad pública, sea o no institucional). En aquellos primeros años en la Universidad, con los comités de estudiantes, en el barrio (entonces vivía en La Orden, en Huelva), en el trabajo con los jóvenes, con la Asociación de Vecinos ( aprendiendo de maestros como Estrella Martín, Pepe Vega, Pepe Fernández y tantos otros), nuestra vocación de trabajo por el cambio, por la democracia, por el socialismo, se concretaba en jornadas intensas, vividas con la ilusión y la fuerza que da la juventud. Fueron años duros, pero apasionantes. En su transcurso aprendimos mucho, sufrimos a veces (detenciones, amenazas, carreras con la policía persiguiéndonos...), tuvimos satisfacciones al ver el fruto de nuestro trabajo (reivindicador o educativo, concienciador o social). Supuso un aprendizaje importante para afrontar después la construcción de la democracia. Aquellas vivencias, que uno guarda como joyas en su recuerdo, sustituyeron a otros modelos alternativos de juventud que optaron por caminos diferentes. En un barrio como el nuestro, muchos jóvenes encontraron en la acción política un parapeto contra la drogadicción (que diezmaba entonces y lo sigue haciendo), contra la exclusión social. Al tiempo, construyeron un futuro para ellos y para el común de la ciudadanía. La acción política representaba para nosotros la concreción de un ideal, desprovisto del menor matiz de interés que no fuese colectivo. Tuvimos aliados. A uno de ellos lo recuerdo con especial cariño: Juan Tocino, el cura párroco de una iglesia ubicada en un local comercial (en bruto, sin paredes enlucidas, sin falso techo -aquellas cañerias vistas-, ni suelo, sino el hormigón primigenio) de la Calle Montevideo. La mitad capilla (la de afuera), la mitad Club Juvenil. Por allí pululaban (entonces era así) maoistas, troskistas, comunistas del PC, socialistas... Arduas discusiones, tardes y noches de tertulia apasionada. Después, en la calle, todos juntos, exigiendo cosas elementales. Cosas que hay quienes creen llovidas del cielo (craso error).




El inicio de la normalización democrática, a partir de 1982, supuso un giro en ese trabajo político, que se hizo más tranquilo (entiéndase, dentro de un panorama que seguía siendo complejo), hasta el punto de hacerse "normal" (empezando por ser legal). Las aguas que fueron turbulentas, se fueron serenando (hay quien pensará que domesticando, pero eso solo es cierto en parte). Las vidas tomaron otros giros, la inserción laboral, la vida en pareja, los hijos... Pero la conciencia social y política seguía ahí. Un nuevo campo de acción, una vez conseguido el empleo, se abría ante nosotros. La vía sindical.

sábado, 23 de enero de 2010

INAUGURAMOS SEDE


Para el Partido Socialista, inaugurar una nueva Casa del Pueblo constituye un acto de gran importancia. Mujeres y hombres, de buena voluntad, que aspiran a conseguir una sociedad más libre, más justa, más democrática, ponen a disposición del conjunto de ciudadanos y ciudadanas un nuevo recurso. Históricamente, las Casas del Pueblo han cumplido funciones muy dispares, de acuerdo a las necesidades de cada momento, pero siempre han tenido una esencia política, como no podía ser de otra forma, que parte de considerarla herramienta fundamental para una transformación social hacia el progreso y la felicidad humana.



A partir de ahora, la Calle Nueva tiene, en el número 66, un lugar donde todas las vecinas y los vecinos de Aljaraque, Bellavista, Corrales o La Dehesa tienen su Casa, así, con mayúsculas.



El acto de ayer, con la presencia de Luis Pizaro, Cinta Castillo, Petrónila Guerrero y Mario Jiménez, supuso todo un refrendo del compromiso socialista para con nuestro municipio.



A partir de ahora, trabajo y más trabajo para llevar hasta el último rincón nuestra propuesta, honesta y transparente, de un mundo mejor, pensado por y para las personas, sin distinciones, sin desigualdades, sin injusticias.

sábado, 16 de enero de 2010

¿POR QUÉ PRIVATIZAR?


Se están viviendo en la provincia de Huelva procesos de privatización de servicios esenciales, agua y residuos sólidos urbanos, que deben ser explicados y valorados en su justo término. La primera cuestión que se nos plantea es la del motivo por el que determinados gobiernos municipales (con un color político bastante uniforme) optan por privatizar esos servicios. Las excusas van desde el clásico "no vamos a apoyar un chiringuito del PSOE", hasta el más imaginativo "queremos mejorar la gestión con un socio tecnológico". Eso sí, en todos los casos, esta privatización no va a suponer incremento alguno del precio que paga la ciudadanía. Desgranemos:

La nueva Mancomunidad, que acoge hasta la fecha a sesenta y nueve municipios, incluye a todas las fuerzas políticas, incluida la que representa el Partido Popular. Surge de inmediato una duda ¿por qué algunos municipios donde gobierna el PP se integran en MAS? ¿Si es un chiringuito, por qué no están fuera TODOS ellos?


La privatización supone ingresos para los ayuntamientos que la realizan. Se saca a concurso la concesión del servicio, se cobra ahora y se compromete para un largo plazo. Así se solventa la negativa coyuntura económica actual con la típica "pan para hoy...". ¿Quién pagará los beneficios de la empresa adjudicataria? ¿Cómo recupera ésta el coste inicial que supone el pago de millones de euros al ayuntamiento en cuestión? La respuesta es sencilla.


Cuando se plantea un proceso mancomunado provincial, en el que están el ochenta por ciento de los municipios, debiera haber una reflexión seria por parte de los responsables políticos en orden a reforzar esa iniciativa que supone toda una apuesta por la innovación, la calidad, la solidaridad territorial y la necesaria igualdad de trato a toda la ciudadanía de Huelva.