miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA POLÍTICA VINDICADA IV

Establecida la necesidad de una remuneración digna, acorde con las responsabilidades y la cualificación exigible, y, al tiempo, de una transparencia diáfana que incluye el concepto de programa electoral como contrato, es tiempo de pasar a la alternativa.

LAS BATALLAS PERDIDAS DE LA SOCIALDEMOCRACIA

No creo que haya muchas dudas sobre la actitud a la defensiva que hoy mantienen la mayoría de partidos políticos de raíz socialdemócrata en Europa. Recientemente, en la presentación del libro de Ludolfo Paramio, "La socialdemocracia maniatada". hacía referencia a ello Felipe González. En un escenario de triunfo electoral de la derecha neoliberal, con Angela Merkel como referente principal, las políticas de retroceso en materia social, en igualdad, en democracia, son evidentes. La globalización financiera, la mejora de las comunicaciones, las ventajas para el capital de la deslocalización, han producido un debilitamiento de las clases menos pudientes a la hora de, no ya progresar, sino mantener el nivel de bienestar, en base a derechos conquistados, que hasta ahora disfrutaba. Cierto que se ha conseguido en el mundo occidental, que solo recientemente se empieza a extender a otras zonas del planeta, y que se ha construido sobre la desigualdad a escala mundial, pero también cierto que constituía todo un referente como meta a alcanzar por otros países y zonas de la tierra. 

El proceso, rápido en términos históricos, ha sido paulatino. Tal vez el vector fundamental, más allá de los puramente económicos siquiera esbozados, haya sido el de la pérdida de valores colectivos. En efecto, actuando desde diversos frentes (el educativo, el cultural -no desdeñemos la influencia, por ejemplo, del cine-), y merced a un control de los medios de comunicación, se ha inyectado en la sociedad un nuevo paradigma que gira en torno al individualismo. El triunfo personal, reflejado en el nivel de vida vinculado al poder adquisitivo, es hoy el objetivo. La ruptura de la colectividad deja en la cuneta a millones de personas que, individualmente, no tienen ninguna posibilidad de imponer modelos que defiendan sus intereses. Esa espiral de mayor control por parte de quienes acumulan riquezas y, por ello, pueden determinar el pensamiento social, ha infestado las raíces mismas de la convivencia. Los pequeños privilegios, hábilmente repartidos, actúan de acicate para la conformación de una amplia capa cómplice que propicia nuevas desigualdades, aún a costa de su propio progreso en un horizonte distinto. Esta es la primera batalla perdida por la socialdemocracia.

Vinculada a esta derrota, se produce la segunda. La incapacidad para transmitir a la mayoría social que constituyen los trabajadores y las trabajadoras (en un concepto más amplio que el de simple asalariado o asalariada) el valor de la retribución colectiva. En efecto, el logro de aquel mayor nivel de bienestar que aludíamos supone que el trabajo, más allá, de la retribución económica que conlleva, produce bienes colectivos (de naturaleza solidaria y, por tanto igualitaria) que constituyen también un beneficio asociado a él. La pregunta clave es ¿a qué doy más valor? ¿a mi capacidad personal, o como núcleo familiar, de adquisición de bienes de consumo, o a la cartera de servicios colectivos a que tengo acceso? La segunda victoria del neoliberalismo ha consistido en hacer creer que, en primer lugar, los servicios públicos no son retribución, para, a continuación, mostrarlos como ineficientes cuando no injustos (¿qué es eso de que una persona extranjera tenga las mismas prestaciones que yo?), y pasar a la idea buscada. Si yo prospero, si aumento mi capacidad adquisitiva, podré tener acceso a servicios privados que atienden mis intereses, al tiempo que, por ser elitistas, devienen, en apariencia, en más baratos y, al tiempo, paradójicamente, de mayor calidad. Esa falacia ha calado en amplias capas sociales, en especial aquellas que denominamos clases medias. La balanza del equilibrio básico entre capacidad de consumo y servicios colectivos, se ha decantado hacia el primer factor.


La tercera derrota, en el terreno de juego de los sistemas democráticos occidentales, deviene de la incapacidad de utilizar el poder político para condicionar las reglas del juego en el ámbito de la economía y, dentro de ella, del juego financiero. No se ha sido capaz de torcer la mano que controla esa entelequia llamada "mercados" y que no deja de ser un profuso entramado en el que economía real (economía de la producción y la transacción) y economía financiera (el rédito real que produce un trasiego ficticio) se dan la mano en el fondo, aunque en el lienzo que se nos presenta aparezcan como realidades divergentes, incluso contradictorias. Hemos perdido, pues, el control, la capacidad de condicionar mediante normas socialmente construidas y socialmente defendidas. 

Lo importante, pese a todo, es que estamos ante batallas perdidas. Suponen retrocesos, es evidente, pero ni son definitivas, ni constituyen una entrega total. Hay tarea. Del análisis de los errores ha de salir una nueva concepción, que está, creo, suficientemente dibujada y, lo que es más importante, la estrategia para convertirla en realidad dominante. Vamos a ello...


lunes, 19 de noviembre de 2012

UN ALCALDE "MILEURISTA"

¿Se acuerdan de aquella noticia en la prensa? Toscano, alcalde de Aljaraque, era mileurista. Por si acaso, lo recordamos:

http://www.abcdesevilla.es/20110704/andalucia/sevi-alcalde-mileurista-201107032222.html

Ejemplo de austeridad frente a los derroches, al poco de llegar dejó la máscara a un lado y comenzó a aplicar la doctrina del PP para  aprovechar la crisis y devolvernos, en cuanto a derechos y servicios públicos, a los albores de la democracia. El mayor retroceso que este país ha conocido.

Soy de los que piensan que los responsables públicos deben tener un salario digno. Y creo que nos hemos equivocado con frecuencia cuando se ha hecho de esta cuestión un elemento de debate desvirtuado en el que se trataba siempre de demostrar que quienes se dedican a la actividad política lo hacen siempre por dinero. No se puede entender que nadie cuestione salarios de profesionales que, por ejemplo, dirigen una sucursal bancaria, o son técnicos en una gran empresa, o funcionarios de un cierto nivel en cualquier administración, y, sin embargo, se ponga una lupa sobre la remuneración de alcaldes, alcaldesas, congresistas, parlamentarios..., considerándolas siempre desproporcionadas, sin tener en cuenta la responsabilidad que conlleva esa dedicación. No diré que no haya habido abusos, pero la norma general no es esa.

Por contra, si me parece intolerable el mentir sobre esta cuestión, el proyectar una imagen demagoga, para buscar las simpatías de la gente (¡ pobrecito!), que esconde una realidad bien distinta.

En el caso que nos ocupa, el Sr Toscano, a la sazón, vicepresidente de la Mancomunidad de Aguas y Servicios, percibe un salario bruto por ello de 48000 euros anuales. Unos 2400 euros líquidos, en la mano, cada mes. A ello habría que sumarle las dietas que perciba por asistencia a los órganos de la Mancomunidad en su calidad de vicepresidente. Por otro lado, del Ayuntamiento de Aljaraque, dado que se pusieron como dietas por asistencia a Junta de Gobierno, 250 euros y 30 euros por Pleno (curiosa diferencia de 8 a 1 pensada para castigar a los concejales de la oposición), y teniendo en cuenta que celebran "religiosamente", todos los meses del año, cinco reuniones por mes de la Junta de Gobierno, y, al menos un Pleno, con sus Comisiones Informativas correspondientes, saca unos 1500 euros mensuales. Además, al ser diputado provincial, y como no percibe sueldo por Diputación, cobra casi 500 euros al mes por asistir a los Plenos y a las Comisiones Informativas. Resumiendo, casi 5000 euros al mes, en la mano. 

5000 euros al mes en la mano, en tanto se despiden trabajadoras y trabajadores, se les adeudan nóminas de varios meses, se deterioran los servicios públicos... Y sin publicidad. Ya que en su día, anunció a bombo y platillo su condición de "mileurista", desde que ya no lo es bien podía haber hecho público, con nota de prensa, su nueva situación. Por higiene democrática. 

Pero, claro, a lo mejor es mucho pedir para quien ha hecho de la mentira norma de actuación.

sábado, 17 de noviembre de 2012

LA UTILIDAD DE LA HUELGA

Quien ostenta el poder cuando se convoca una huelga general siempre negará que el éxito de la misma vaya a suponer un cambio en las políticas contra las que se protesta. Es el guión. Sin embargo, la experiencia histórica demuestra -véase el tema desahucio- que condicionan, y mucho. 

El miércoles, una gran mayoría social ejerció el derecho a decir basta ya. Fue una movilización contundente, corroborada por una masiva asistencia a las manifestaciones. Huelva no fue una excepción. Incluso muchas personas que por diferentes motivos no secundaron la huelga -por miedo, por asfixia económica...- alzaron después su voz con claridad frente a la sinrazón de esta política Europea, impuesta por Alemania y sus socios en la opulencia, que está llevando al sur del continente a una situación de emergencia social y económica. El alumno aventajado de Merkel, Mariano Rajoy, tiene en su haber el incremento del desempleo más elevado en tan corto periodo de gobierno como el que lleva. Y era previsible. Como tantas veces se advirtió, una reforma laboral que facilita el despido provoca despidos, no contrataciones.

La manifestación desde la entrada de la Alameda Sundheim

Ahora toca, después de la expresión popular, cambiar ese rumbo que nos está conduciendo a la ruina. Toca incentivar la economía, frenar el dislate de los recortes, parar la intencionada privatización, devolver derechos y libertades. Toca, pero no lo van a hacer; al menos, no del todo. Toca seguir peleando. Gana quien lucha, nunca quien se rinde.

lunes, 12 de noviembre de 2012

LA POLÍTICA VINDICADA III

Hay quienes intentan, al albur del descrédito promovido, poner en cuestión la idoneidad, incluso la vigencia, de la estructura de Partidos Políticos como ejes de participación del modelo democrático. Son tics cargados de autoritarismo, cuando no con un claro tufo fascista.

Los Partidos Políticos no dejan de ser sino organizaciones de ciudadanas y ciudadanos, unidos por principios (que devienen de ideologías) comunes, a partir de los cuales proponen al conjunto de la sociedad las formas de concreción, a modo de programa, y las personas encargadas de llevarlas a cabo, para su refrendo en cada elección.

La relativa facilidad para su constitución, garantiza a cualquier opción colectiva (por pequeño que sea el grupo representado) poder someter al conjunto del electorado sus propuestas.

Esta es la base, la síntesis del modelo. Cabría añadir muchas matizaciones, pero no es el objeto de esta serie de artículos. Lo que queda claro es que la fórmula es correcta y auspicia la participación de quien quiera hacerlo.

Ahora bien, es cierto que los tiempos van cambiando, que la sociedad evoluciona y todo debe adaptarse a los nuevos mecanismos; en especial, en este caso, a aquellos que facilitan la comunicación y, por tanto, las posibilidades de participación activa en un proyecto colectivo. Desde esa óptica, los modos de inserción en los partidos debe modernizarse. Hoy es una realidad posible la integración desde la distancia, vía internet; es posible facilitar la participación activa a través de esos canales, al tiempo que esos nuevos instrumentos alumbran también nuevos procesos internos de toma de decisiones.

A los Partidos hoy se les exige mayor apertura. Eso pasa por facilitar aquella participación desde distintos grados de compromiso (militantes, simpatizantes, participantes esporádicos) y por la elaboración de un código ético, referido tanto a las actuaciones personales dentro de la organización, cuanto, especialmente, a los casos en que se ocupe un cargo público en representación del Partido, ya sea electo o designado. En estos últimos supuestos, la transparencia habrá de ser norma. Para ello, dos cuestiones son esenciales. La primera, publicar en un ámbito de difusión general (página web de la institución, por ejemplo)  las declaraciones inicial y final de bienes y  las declaraciones de renta anuales. Soy partidario de que quienes ejercen un cargo público tengan una remuneración razonable, en función de su responsabilidad y de la necesaria cualificación (en el más amplio sentido del término, no solo académica) que requiera su puesto.  Las demagogias baratas y fáciles sobre este tema son un grave error, en primer lugar de la propia gente que se dedica a lo público y que con frecuencia se recriminan mutuamente por este tema, en segundo lugar por la ciudadanía que acepta con facilidad discursos aparentemente coherentes e incluso democráticos que esconden un intento por desprestigiar una tarea tan importante para la colectividad. Remuneración digna y acorde que debe ser conocida en su totalidad, sin la utilización de vías alternativas para disfrazar ingresos, pero que nunca puede avergonzar. Quien realiza el trabajo de servicio público con dedicación y dando lo mejor de sí ha de tener la consideración de la colectividad. Lo contrario es un grave error que abre las puertas a una élite con intereses no siempre conocidos, o reserva esos puestos para quienes no teniendo alternativas profesionales, hacen de ese servicio una profesión permanente.

La segunda es que, desde esa transparencia, las ofertas, los programas con que se concurre a los diferentes comicios han de ser considerados auténticos contratos entre partes. Si surge la necesidad de cambiarlos para adaptarse a una realidad en transformación, debieran ser consultadas las modificaciones. Solo desde el refrendo podrán devenir en parte del acuerdo de "te doy mi voto, osea, mi confianza" y me devuelves "la gestión de lo comprometido". Solo así se ganará en la necesaria credibilidad.

  

jueves, 8 de noviembre de 2012

UNA HUELGA GENERAL JUSTIFICADA



Las Organizaciones Sindicales CCOO y UGT han convocado una Huelga General para este próximo 14 de Noviembre. Es una huelga justificada y, más que necesaria, imprescindible.

Sé que habrá muchas trabajadoras y trabajadores que pensarán que ir a la huelga no soluciona nada, que no merece la pena perder otro día de salario y más como están las cosas. Sé que muchas empleadas y empleados públicos, a los que nos han quitado la extra de diciembre, con el consiguiente desajuste de unas economías familiares planificadas en función de los ingresos y los gastos más o menos conocidos, considerarán que no pueden permitirse más pérdidas. También sé que la inmensa mayoría de los trabajadores y trabajadoras tienen claro que las agresiones que estamos sufriendo, que la pérdida de derechos, de poder adquisitivo, de servicios... que la derecha esta provocando, justifican sobradamente una movilización del conjunto de ciudadanos y ciudadanas.

Porque aquí, excepto los poderosos, los pudientes, las grandes empresas, las entidades financieras y quienes mueven los hilos, en definitiva de esta crisis inducida, todos perdemos. Pierden los jóvenes a los que les quitan becas, se les dificulta el acceso a la Universidad, se les conduce directamente al paro o la emigración (sorprende ver a las empresas alemanas llevándose a nuestros jóvenes ingenieros e ingenieras); pierden los mayores, que ven como las pensiones disminuyen su poder adquisitivo (hay que pagar medicamentos, sube el IVA) sin que se actualicen las cuantías de las mismas, amén de servir, en estos momentos, de soporte a estructuras familiares donde el desempleo ha hecho volver a los hogares paternos a gran cantidad de personas; pierden las mujeres, a las que la crisis está azotando de manera particular, a las que las políticas sociales regresivas (menos guarderías o imposibilidad de pagarlas, frenazo y retroceso de la Ley de Dependencia) vuelven a asignarles el papel de cuidadoras dificultando su acceso al mercado laboral, del que también son expulsadas en mayor medida que los hombres, a las que les intenta quitar derechos como el de decidir sobre su propio cuerpo (a estas alturas); pierde en fin el conjunto de la ciudadanía porque se incrementa el desempleo de manera galopante, se privatizan servicios esenciales, se nos empobrece y, por si fuera poco, vemos recortada la propia democracia.

Por todo ello, porque tenemos que parar este planificado desmantelamiento del Estado Democrático y del Bienestar, la pérdida de salario de un día de Huelga es más bien una inversión imprescindible de futuro. De lo contrario, lo que nos quitarán de las manos será mucho más, está siendo mucho más...

Y la Huelga sirve, vaya si sirve. Es la principal herramienta que las organizaciones sindicales tienen para detener esta sangría que nos están provocando. Y no nos engañemos. Por mucho que intenten desacreditar a los sindicatos de clase (diciendo que reciben mucho dinero, que sus liberados no trabajan...), los trabajadores y trabajadoras sabemos (porque si lo pensamos dos segundos lo tenemos claro) que en este momento son, junto a los partidos de progreso, la principal garantía para nuestros intereses. La izquierda social y política de este país es la que defiende a la gente corriente, a la gente humilde, a la que no tiene sino su fuerza de trabajo para ganarse la vida, a los asalariados y asalariadas, a quienes están en el desempleo, a los pensionistas, a los autónomos y pequeños empresarios, a la ciudadanía en general... nadie más lo va a hacer. Por tanto, no nos dejemos engañar más. Está mucho en juego. De nosotros, de nuestra fuerza en la protesta (que duele y condiciona, ¡vaya si sirve!) depende que paremos y demos marcha atrás a este robo planificado de lo que tanto nos ha costado conseguir.

Queremos poder seguir  negociando dignamente en nuestras empresas, queremos seguir teniendo una sanidad universal que nos da tranquilidad, queremos que los hijos y las hijas de cualquier ciudadano o ciudadana puedan, en función de su valía personal, de su esfuerzo, llegar a ser lo que quiera en la vida, queremos poder  seguir decidiendo, seguir avanzando, vivir cada vez mejor (nada del embaucador "por encima de nuestras posibilidades"), queremos aspirar a ser felices. Pero estas cosas no son gratis, hay quienes están interesados en quitárnoslas, simplemente para vivir ellos mejor, y debemos pelear para que esto no suceda. Por eso hay que secundar la HUELGA GENERAL DEL 14 de Noviembre. ¿Acaso no son razones suficientes? Un pequeño sacrificio hoy para defender lo nuestro, para defenderlo con uñas y dientes.

domingo, 4 de noviembre de 2012

LA POLÍTICA VINDICADA (II)

El desprestigio inducido de la política no castiga, obviamente, por igual a todas las alternativas. Curiosamente, quienes optan (desde la ideología) por una elección conservadora, en muchas ocasiones con derivas autoritarias, asumen la participación política como un deber inexcusable, dado que en el fondo esas políticas de derechas son profundamente egoístas y, por ello, valoran el éxito individual como señal de valía y, en cierta forma, de "justicia" (divina o no). Asumen con claridad la importancia de defender sus privilegios (reales en muchos casos, fantaseados en otros) y tienen claro quiénes, desde el ejercicio del poder institucional, van a hacerlo. Esa premisa suprema, de la defensa de los intereses individuales, produce una fidelidad que no atiende a programas, a desgaste del poder, a los casos de corrupción... Actúa, en ese sentido como guía férrea que les marca, a la hora de depositar el voto, una traza inequívoca. Concluiremos que el suelo electoral de la derecha es bastante firme. Hay oscilaciones, como veremos, pero no afectan a ese núcleo central, mayoritario entre sus votantes, que tiene claro que,.por encima de las circunstancias están los intereses. Apunto aquí que el tradicional planteamiento católico del padecimiento presente para la gloria futura condiciona a la aceptación (entiéndase, porque "es lo que hay que hacer") de los sacrificios del presente, sobre todo si los sacrificios van dirigidos a otros.

Por supuesto, no todas y todos quienes en un momento determinado votan a la derecha lo hacen desde convencimientos ideológicos. Existe un segmento de la sociedad que, en virtud de condicionantes coyunturales, cambia su orientación. No son mayoría, pero junto a quienes optan (luego veremos porqué) por la abstención, son responsables de los cambios periódicos en los resultados electorales. 


EVOLUCIÓN VOTO PSOE/PP ENTRE 1993 Y 2011


Como puede observarse, la desviación en el número de votos, en las diferentes convocatorias nacionales realizadas en los últimos 20 años, obtenidos por el Partido Popular y el Partido Socialista marcan con claridad distintas tendencias. Sin haber aplicado el coeficiente corrector del número de electores y la participación en cada comicio, queda clara que la oscilación del PSOE es mayor. Sufre más altibajos y de mayor amplitud.

Sin que el trasiego desde una opción a otra sea trascendental, la abstención (últimamente, también la dispersión), castiga especialmente a la izquierda. La explicación tradicional del carácter más crítico de los votantes de izquierda es real. No la única, pero sí contiene una alta dosis de veracidad.

¿Quiere todo esto decir que la opción socialista necesita un plus de credibilidad (entiéndase, de coherencia, de honestidad, de transparencia....) sobre la alternativa conservadora? Creo que es evidente. lejos de suponer una lacra, a los socialistas, a las socialistas, debiera enorgullecernos. No en balde queremos ser así: críticos, contestatarios, gente que pone en duda permanentemente todo dogma. No queremos comportamientos cerriles, rechazamos las anteojeras... Eso puede costarnos, a veces, cuando las estructuras del Partido son incapaces de dar una respuesta correcta a las expectativas de la ciudadanía progresista, una momentánea desafección. Es el precio de una mayor libertad de pensamiento que reivindicamos. La solución no es pretender dogmatizar o mantener en el engaño a nuestro electorado natural, sino, mediante la dialéctica constructiva, armar las bases estables de nuestro pensamiento, la esencia, con una praxis construida sobre ellas de forma coherente. 

Toca pasar a la práctica. A qué hacer en el día a día desde todos los ámbitos de responsabilidad. En el próximo artículo nos ponemos a ello.



viernes, 2 de noviembre de 2012

LA POLÍTICA VINDICADA (I)

Hay todo un plan diseñado y puesto en práctica por las posiciones neoliberales para desacreditar el ejercicio de la política y, en especial, a quienes se dedican a ella desde tareas institucionales. Hoy la imagen que tienen los "políticos" entre la ciudadanía es absolutamente negativa. Quienes están en ella son, por definición, corruptos, van a lo suyo, engañan y solo buscan su rédito personal.

En parte, comencemos reconociéndolo, al éxito de esa estrategia de desprestigio hemos contribuido nosotros mismos, quienes nos dedicamos a la acción política. Las tácticas cortoplacistas, demagogas en muchos casos, que buscan la rentabilidad electoral (real o supuesta), basadas en dos principios: la culpa es del otro y el "y tú más", han propiciado, en ocasiones, una especie de circo público al modo y manera de los programas basura de la televisión, en los que el insulto, el exabrupto, cuando no la infamia y la calumnia se convierten en ordinarios. Se ha proyectado así una imagen de gente que se pelea entre sí y lo hace por ocupar "un sillón", por tener, sentado en él, prebendas por encima del resto de los mortales. Con olvido de los problemas de la ciudadanía. No se trataría pues de resolver esos problemas sino de aprovecharlos para seguir captando votos y denigrando al contrario.

He de decir que resulta, desde dentro, muy difícil sustraerse a esa dinámica, aún a sabiendas de que, en última instancia, todos y todas resultamos perjudicados en la imagen que proyectamos. Eso es así porque defendemos modelos diferenciados de sociedad y, por tanto, no podemos permanecer impasibles ante según que medidas, ante según qué declaraciones, que atacan directamente aquello que consideramos derecho o reivindicación básica y justa de cualquier grupo social.

Dicho esto, se hace necesario, con la palabra, pero sobre todo con el ejemplo, vindicar la política. Porque es cierto, y no me cansaré de repetirlo, que la inmensa mayoría de quienes nos dedicamos a ella (y pienso ahora, sobre todo en los miles de concejales, concejalas, alcaldes y alcaldesas de municipios pequeños) lo hacemos desde la honestidad, desde la honradez, desde el convencimiento profundo de estar defendiendo principios y valores que entendemos positivos para el conjunto de la ciudadanía. No existe en su dedicación ni el más mínimo atisbo de lucro personal. En muchos casos, y antes al contrario, se sacrifican proyectos personales y familiares en aras de una vocación de servicio, anclada ideológicamente, que en nada se asemeja a ese tópico que se instala cada vez con más fuerza en el imaginario colectivo. Hay mucha (son mayoría) buena gente que dedica su vida a ayudar a los demás desde su compromiso político, sin más contrapartida, en el mejor de los casos, que la de ganarse la vida como cualquier otra persona; sin lujos, sin enriquecimiento, sin prebendas... como cualquier hijo de vecino.

Pero eso, hoy, parece un cuento chino. ¿Te dedicas a la política? Pues, automáticamente, eres un "chorizo", una mala persona...

Este convencimiento social, tremendamente negativo, es además muy peligroso. Peligroso porque intenta y consigue alejar a la gente de la participación. Peligroso porque deja en manos de una minoría las decisiones. Peligroso porque si la buena gente se cansa (y uno se puede cansar, por muy firmes convicciones que tenga, de que lo insulten, lo vituperen, públicamente, sin ningún problema para quien lo hace), la responsabilidad será ejercida por quienes no tengan problema en asumir la imagen (que entonces podría ser real) de corrupción, a cambio de tener la capacidad de tomar las medidas que entiendan más adecuadas (entonces, sí) a sus intereses.

¿Cuál es pues la respuesta? Por supuesto, más democracia en primer lugar. Facilitar la participación de cuanta más gente, mejor. Abrir las puertas. Pero también explicar, educar (porqué creen que a ciertos colectivos les duele lo de "Educación para la Ciudadanía"), rendir cuentas, ser transparente...para que pueda percibirse con claridad que la mayoría de responsables son (somos) honrados y actuamos desde el compromiso con la sociedad. Cambiar también las formas. Procurar el fomento del respeto, sin  huir de la contundencia en la defensa de nuestros planteamientos, incluso la vehemencia cuando la ocasión lo requiera. Pero sin renunciar nunca a cuantas formas de expresión o de defensa de nuestros postulados establezca el marco legal. Evitar la descalificación fácil, no argumentada, sí. Renunciar a dejar claras las cosas, jamás.